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Se fue el “Caifán” mayor, Oscar Chávez

CIUDAD DE MÉXICO.- Oscar Chávez se caracterizaba por interpretar y componer diversos géneros de música popular mexicana y latinoamericana. Era conocido en México por sus canciones de protesta, dirigidas principalmente contra el gobierno y la derecha, entre las que destaca «La casita». Apoyó musicalmente el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Se acompañaba habitualmente en sus presentaciones del Trío Los Morales.

Nacido en la popular colonia Portales de la Ciudad de México, pasó la mayor parte de su niñez y adolescencia en la colonia Santa María la Ribera. Realizó sus estudios en la Escuela Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL) y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).​

La actividad que más lo ha caracterizado en público es la de cantante, a la cual pertenecen la mayoría de sus discos y por la cual es conocido internacionalmente.

Su producción discográfica se compone de más de 20 títulos,​ entre los que se encuentra la serie Voz viva de México, en el que recita poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, Gilberto Owen y Amado Nervo; varios volúmenes dedicados a la música tradicional mexicana, tropicanías, latinoamericana, canción amorosa de su autoría, parodias políticas y diversos títulos vinculados con movimientos sociales como México 68, Canciones de la Guerra Civil y resistencia española o el disco dedicado a la guerrilla zapatista: Chiapas.​

Óscar Chávez estuvo acompañado por varios músicos en su carrera musical; entre ellos el requintista Chamín Correa;​ igualmente, en sus recitales de cada año en el Auditorio Nacional es acompañado por grandes músicos, como la Internacional Sonora Santanera, en el 2008, pero es sobre todo el Trío Los Morales (Héctor, Carlos y Julio) el que ha estado a su lado por muchos años en todos sus conciertos.​

Como cantante, se presentó en el Festival de la OTI y dio conciertos y recitales en el Polyforum Cultural Siqueiros, el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, y fue el primer cantante de música popular que se presentó en un recital en este lugar, el Auditorio Nacional, conciertos gratuitos en plazas públicas como el Zócalo de la Ciudad de México y en varias ciudades de países como España, Cuba, Holanda, Argentina, Chile, Ecuador, entre otros.​

Es difícil decir cual arte hace artista a Oscar Chávez; no porque haya que decidir entre la actuación o la Dirección Teatral, la poesía, la composición o el arreglo musical. No, incluso eso resultaría sencillo, es difícil, en cambio, porque en él todas estas actividades provienen, en parte, de una fuente que hoy nos parece extraña: el oficio y la dedicación paciente a todos los aspectos de cada actividad. La dirección de una obra de teatro, por ejemplo, no estába escrita para él en un dialecto distinto del de la actuación; componer una canción o hacer el arreglo musical de otra no pertenecen a dos clases distintas de actividad.

Cuando uno escucha cualquiera de los dos volúmenes de su «Herencia Lírica Mexicana»; no puede sino reconocer su fidelidad a una tradición (que es otro de los aspectos de cualquier oficio) no siempre muy bien conservada por los cantantes y las compañías grabadoras. Es como si Chávez hubiera debido «aventar» los granos de la cosecha para limpiarle la paja.

Cuando se dice que Oscar Chávez fue fiel a una tradición, se dice en dos sentidos. Primero no acudió a los amaneriamientos virtuosistas; y el segundo, pero no menos importante, porque su fidelidad es lo contrario de una literalidad; no fijó formas sino que permitió, y hasta justificó, las variaciones, los juegos, los arreglos musicales. Esto lo salva de los purismos académicos y, a la vez, le permitió mostrar la vitalidad de una tradición musical a la que dedicó tanto su estudio como su talento.

 

Pero toda esta preocupación por una tradición y un folklore es más, generalmente, una preocupación por la cultura y el modo de vida de un pueblo. En este sentido, todo interés por el folklore es político. Por ello, es común incluir la canción de protesta (generalmente firmada por un autor) en el folklore. La razón de esto es de alguna manera política y en su forma más inmediata y elemental, es solidaridad. Aún cuando no estemos de acuerdo en llamar Folklórica a la canción de protesta, el paso de la una a la otra nos seguirá pareciendo natural. Lo raro sería que alguien que canta canciones populares, en el más estricto sentido de la palabra: Canciones del pueblo, no hiciera suya el alma de ellas; lo extraño sería que un jaranero que interpreta música Veracruzana, escribiera en su casa canciones secretas para Dean Martín.

La solidaridad es aquí una coherencia y ambas se someten a la prueba de fuego cuando se trata de producir un disco que sea, a la vez, fiel en las interpretaciones y el fiel en las creaciones (Oscar Chávez mezcló a menudo canciones populares y de protesta en sus discos). Esta prueba solo es superada si el gusto ha sabido dirigir la selección hacia la coherencia y la fidelidad en la forma y en el contenido; es decir, si no ha falseado la forma tradicional a favor del virtuosismo y la comercialización, y si no ha traicionado lo que toda canción folklórica tiene de política en nombre de los esquemas que inventan aquello con lo que quieren ser solidarios. Aquí, una vez más, Oscar Chávez sumó su oficio a su talento e hizo de su fidelidad una solidaridad y de su solidaridad una fidelidad. La claridad y la efectividad de sus canciones, tanto como su belleza, así lo muestran.

Pero no todo es tan serio. Así como el folklore es, en algún sentido, político, la política es folklórica. Las parodias de Oscar Chávez y las sátiras que hace pesar sobre los profesionales de la política son caricaturas demoledoras. Pero, ¿meras caricaturas? Se dice que la realidad copia al arte. Lo patético comienza cuando la realidad copia a las caricaturas; pero lo patético puede muy bien ser motivo de burla y carcajada, así como de indignación horrorizada. La ironía es sin duda un arma poderosa; no voy a decir que el ridículo de algunos políticos mexicanos sea mérito exclusivo de Chávez; no, los mismos políticos podrían compartir con él los derechos de autor y gozar de los beneficios de una gira, pero seguramente la burla de Oscar Chávez les hace recelar y decidir no ponerse debajo de las lámparas y frente al público. Entonces Chávez saca la fotografía o la caricatura de ellos y los presenta como en la vida real. Lo que quiero decir es que el arte de la parodia política es, para él, un arte fundamentalmente realista. No creo que nada que no sea capaz de reírse de la política pueda ser realmente político; quien no sabe reírse buenamente de la realidad no puede ser un buen crítico. Oscar Chávez lo es.

 

Como actor trabajo bajo la dirección de Héctor Mendoza, Ludwing Margules, Ana Sokolov, Luis Alcoriza, Juan Gurrola, y Juan Ibañez. Su actuación en la película «Los Caifanes» le valió dos premios cinematográficos: La Diosa de Plata y El Heraldo.

Los Caifanes narra la historia de una pareja que tras la repentina disolución de una fiesta de jóvenes de clase alta, Jaime y Paloma (Enrique Álvarez Félix y Julissa), se separan del grupo y vagan por algunas calles de la Ciudad de México. La lluvia y la búsqueda de un lugar más propicio para la intimidad los hacen recurrir a un coche aparentemente abandonado. Tras un breve escarceo amoroso en el interior del auto, la pareja se da cuenta de que en realidad el automóvil es propiedad del capitán Gato y sus Caifanes. El encuentro da inicio a una gira por la Ciudad de México, alentada por la fascinación que Paloma muestra por las costumbres, forma de hablar y maneras de la clase trabajadora y la amistad espontánea—pero siempre sospechosa—que los Caifanes saben brindar.

Durante el resto de la película se retrata la vida nocturna de la capital mexicana en aquellos tumultuosos y psicodélicos años sesenta. Mientras el grupo recorre cabarets, parques, funerarias, fondas y plazas públicas, se muestran personajes y algunos usos y costumbres de la época, alternados con una amplia gama de expresiones artísticas de aquel tiempo.

Apareció en varias telenovelas y dirigido algunas piezas teatrales; entre otras, «Un hogar sólido» y «Ventura Allende» de Elena Garro y «Coloquio Nocturno» de Durremat. Como actor y director participó en la grabación de más de 200 programas de radio-teatro para Radio Universidad (UNAM). Participó en la grabación de programas de radio-drama para Radio Universidad (XEUN) (de la UNAM). Ha participado como narrador en documentales de la historia de México.[cita requerida]

Premios y distinciones
Diosa de Plata, otorgada por la Asociación de Periodistas Cinematográficos de México (Pecime), por su actuación en la película Los caifanes, en 1966.
Premio Ariel, otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, por su actuación en la película Los caifanes, en 1966.
Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Artes y Tradiciones Populares, otorgado por la Secretaría de Educación Pública, en 2011.3​
Ciudadano Distinguido de la Ciudad de México, en 2016.8​

Filmografía
1966 – Los caifanes
1968 – El oficio más antiguo del mundo
1969 – Santa
1970 – Las cadenas del mal
1970 – El cuerpazo del delito
1970 – Flor de durazno
1971 – El amor tiene cara de mujer (TV)
1971 – La generala
1973 – Las cautivas
1976 – México de mis amores
1979 – María de mi corazón
1980 – A fuego lento
1988 – Break of dawn (TV)
2001 – Piedras Verdes
2006 – El Chávez canta aunque la rama cruja (TV)

El “caifán mayor” falleció este 30 de abril, tras ser internado en el Hospital 20 de Noviembre, en donde ingresó con síntomas de coronavirus. Chávez presentaba complicaciones respiratorias. Los resultados de la prueba por Covid-19 que se le realizó serían dados a conocer la tarde de este jueves.
AM.MX/fm

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